viernes, 26 de diciembre de 2014

Pensamientos arremolinados que embotan la mente de un alma maldita sin opciones.

Verdades a gritos calladas a golpes. Tupidos velos ocultando tragedias. Mentiras piadosas para un alma acongojada por el dolor de la existencia macabra en la casa de los horrores. No entra a razones aquel que no ve solo porque sus manos tapan sus ojos. No hay nada que hacer cuando el golpe de gracia ya ha sido asestado. Muerto el perro se acabó la rabia o eso dicen; a no ser que esta se haya contagiado a nuevos cuerpos. Habita el odio maldito tras generaciones, en corazones carcomidos por las circunstancias. No podemos más que ser espectadores, de como las acciones de individuos malvados aniquilan a aquellos de los que polvo ha quedado.

sábado, 20 de diciembre de 2014

Fragmento de la novela Six II: La continuidad de las pesadillas.

Aquella tarde algo lluviosa se encontraba con John, Clarke y Louis que habían venido a casa a verla como muchos fines de semana. Subieron a la buhardilla y conectaron a la televisión de arriba la PS4 que había traído John para jugar al Call Of Duty Black Ops 2,  y se pasaron echando competiciones a ver quién aguantaba más niveles en el modo zombies gran parte de la tarde. Cuándo quisieron darse cuenta, ya estaba casi anocheciendo, y Malcolm subió a pedirles que por favor fuesen a buscar a Artemis, que estaba pastando en uno de los prados, antes de que se hiciera más tarde, mientras el ayudaba a los trabajadores a guardar a los otros animales. Aquel día, a pesar de estar nublado y de que había una baja y fina niebla envolviendo con su manto todo a su alrededor, no hacía apenas frío. Los chicos salieron de la casa en manga corta inclusive, aunque Nina prefirió llevar manga larga, como casi siempre, y llevaba su camisa a cuadros negros y rojos, aunque abierta y con una camiseta de tirantes debajo. Los muchachos se dirigieron con premura hacia donde se encontraba la yegua, y es que a todos les encantaba verla; era una preciosidad de pelaje negro reluciente y crines largas y onduladas, con un porte espectacular, haciendo honor a la buena fama de los caballos frisones. No tardaron en encontrarla, pues se encontraba junto a la valla, comiendo algo de hierba fresca. Los chicos se acercaron y en cuanto entraron Artemis se acercó a saludar a Nina, a lo que ella respondió apoyando su frente en la suya y acariciándola. Ellas tenían una conexión especial, desde el primer momento en el que se vieron. Nina es la única persona que puede montarla sin usar bocado, simplemente ella se deja guiar sin necesidad de riendas, y es la razón por la que solo la monta Nina; Malcolm lo decidió así, y trajo otro caballo para él, de raza Shire, Anhur, un precioso caballo que llamaba la atención por su imponente tamaño. Artemis era de por sí un caballo alto, de manera que a Nina se le solía hacer difícil subirse a él, por lo que el propio caballo tenía que agacharse para que ella pudiera subir (aunque de esto tuviese bastante culpa también la corta  estatura  de Nina) pero es que en Anhur le resultaba casi imposible montar; era el caballo más alto que jamás había visto, pero gracias a dios con un carácter inmejorable, mejor que el de Artemis incluso, que con las personas que no fueran de su círculo más íntimo solía mostrarse algo recelosa. Normalmente ambos caballos pastaban juntos, pero esta vez Malcolm se había llevado a Anhur a un paseo y ya había aprovechado para dejarlo en su cuadra. Los chicos se habían acercado entretanto a acariciar a Artemis también, y ésta estaba un poco incomodada por tanta atención por lo empezó a manifestar su desagrado. Los muchachos se apartaron con cara de susto al pensar que el caballo se iba a encabritar de un momento a otro, mientras Nina la sujetaba y la calmaba.  No tardó mucho en volver a su estado de serenidad, aunque este tardó poco en volverse a ir cuándo un horrible alarido rompió el silencio que envolvía la pradera. Aquel aullido de dolor parecía venir de algún lugar de las inmediaciones, quizás del bosque. Parecía provenir de algún animal, quizás un perro, pensaron. Nina se quedó escuchando durante un momento, inmóvil, con la cabeza ladeada, intentando situar más o menos de dónde provenían los gritos. El resto, pálidos y petrificados, la miraban esperando a que dijese qué hacer. Se hicieron unos segundos de silencio que se antojaron eternos. De repente Nina miró a Artemis y le dio un par de golpes en la pata delantera, tras los que el caballo se agachó para que Nina pudiese subir "Bien hecho chica" le dijo mientras le acariciaba las crines, una vez encima de su espalda.
- Id a casa y esperadme allí.- Nina se dirigió por fin a los muchachos.
- ¿Sola vas a ir? - Dijo John, mientras todos la miraban atónitos.
- No sé qué es lo que pasa, sinceramente, y no voy a arriesgarme a llevaros allí. id a casa y avisad a Malcolm de dónde estoy.
- No seas gilipollas - replicó Clarke - No sabes lo que hay, y por eso, decides irte tu sola, ¿No? Ni de coña. Me niego. Podría pasarte algo. Deja que al menos alguno te acompañe.
A Nina le enterneció la preocupación que se reflejaba en los ojos de Clarke. Asintió y con un gesto llamó a Louis para que montara en el caballo. Este se subió rápidamente, y tras esto y un par de indicaciones que les dio Nina a Clarke Y John, se pusieron en marcha lo más rápido que pudieron hacia dónde venían los alaridos, que se iban atenuando y extinguiendo poco a poco. Llegaron a los lindes del bosque, y se bajaron del caballo. Parecían andar cerca. Nina le pidió a Louis que se quedara con Artemis mientras ella se adentraba a echar un vistazo. Caminó unos pasos hacia el interior del bosque, y luego se detuvo. Pensó unos segundos, se sacó algo de la parte de atrás del pantalón, una especie de bolsillo casero que ella había preparado en el interior del pantalón, y se lo tendió a Louis, que le miraba atónito.
- ¿Qué es eso? - Le dijo sin coger el instrumento todavía.
- ¿Tú qué crees, lumbreras? No hagas un drama, es solo por si acaso; cógela y ya está.
Louis cogió la navaja y la abrió lentamente. Nina le echó una última mirada  y levantó su pie izquierdo, sacando del interior de su bota otra arma blanca, bastante más formidable que la que le había dado a Louis, que observaba con los ojos muy abiertos la escena, pues no tenía ni idea de que Nina se paseaba por la vida con esas cosas guardadas. Ella ignoró su reacción y se introdujo sigilosa pero velozmente en el bosque, tratando de seguir los alaridos que ya estaban cerca de apagarse. No tardó demasiado en encontrarse con una macabra escena que prefería no haber visto nunca. Un perro yacía agonizante en la hierba, con el vientre abierto en canal, con una herida profunda y limpia. Los órganos del animal se encontraban esparcidos por el suelo, y la sangre, más que abundante, rodeaba al animal y se filtraba a la tierra lentamente. El animal era un perro de tamaño mediano, más bien grande, un cruce, de cuerpo esbelto y pelo corto, lo que permitía ver con aún mejor claridad la gravedad de sus heridas. Esta escena, ambientada con la niebla, que se había ido haciendo cada vez más densa, y el sol desapareciendo en el horizonte, erizaba la piel de Nina, que apretaba el cuchillo con fuerza, mientras pensaba unos instantes. Miró al animal y comprobó que seguía vivo y que inclusive, podría aguantar otra media hora con vida, pensó. Se acercó a él y se puso de rodillas, le acarició el hocico, y tras esto, sujeto con firmeza su cabeza y hundió en un movimiento rápido y seco el arma en su cráneo. El animal cayó muerto al instante. Nina dejó escapar un leve suspiro, y se levantó, mientras limpiaba de sangre sus manos y el cuchillo con el pañuelo de tela que solía llevar en el bolsillo de atrás. Cuando se dio la vuelta, se encontró a Louis detrás suya, apoyado en un árbol, inmóvil, observando atónito el cadáver del animal. En shock por lo que acababa de presenciar.
- No será porque no te dije que te quedases con el puto caballo - le espetó Nina, señalándole con el cuchillo.
- Lo... Lo... Lo... Siento - Respondió Louis tras unos instantes sin poder decir nada.
Nina se giró bruscamente, negando con la cabeza. Se quedó mirando al cadáver del pobre animal, pensativa. Realmente, no entendía nada.
- ¿Qué... Qué animal crees que ha hecho esto? - dijo Louis en tono suave, acercándose a Nina un par de pasos.
- Mira esto. Es un corte limpio. Como de un arma blanca, un cuchillo, un machete o algo así. No ha sido algo. Ha sido alguien.
- ¿Alguien? Tienes que estar de coña.
- Si no ven aquí y dime que animal conoces que pueda hacer esto. Acepto sugerencias.
Louis se mantuvo en silencio.
- Dame el móvil. Pon la linterna.
- ¿Qué quieres?
- Ha oscurecido demasiado. Ya no veo bien. Y necesito fijarme mejor.
Louis le tendió el móvil a Nina, y esta comenzó a examinar las vísceras del animal con detenimiento, moviendo incluso algunas con el cuchillo, buscando algo, sin saber muy bien el qué. Entonces, apareció ante sus ojos. Algo que parecía sólido, como de plástico, o algo así. No era muy grande, cabía en la palma de su pequeña mano. Estaba cubierto de sangre, y no se apreciaba muy bien qué era. Nina lo cogió y lo limpió, para poder verlo mejor. Descubrió atónita que se trataba de un papel plastificado. Estaba escrito. Nina lo leyó en silencio, y tras eso, se levantó bruscamente.
- Corre - le ordenó a Louis - Desata a Artemis cagando hostias.
- ¿Qué pasa? - Dijo Louis, asustado.
- El que hizo esto sigue aquí. Corre.
Louis salió corriendo en cuanto pronunció las primeras palabras. Nina le siguió detrás un poco más despacio, para no forzar demasiado su rodilla dolorida, y por vigilar los alrededores. Cuando llegó, Louis ya estaba subido en el caballo. En su rostro se reflejaba el pánico, y parecía que iba a romper a llorar. Nina se subió rápidamente con ayuda de Louis y emprendieron su marcha a galope de nuevo a la granja. Cuando llegaron, un mozo de cuadras se disponía a irse, pero Nina se bajó corriendo y le ordenó que guardara Artemis. Louis la siguió y entraron a casa, donde Malcolm se encontraba de pie en el salón, preparándose para salir a buscarla.
- ¿Qué pasa, Nina?¿Qué ha pasado?
- Ha vuelto.

Y mientras decía estas palabras dejaba con brusquedad en la mesa del comedor  aquel papel plastificado que había encontrado. Malcolm se acercó y pudo leer con desesperación el mensaje. "Sigo aquí, y voy a cazarte". 

Controla las lágrimas. No hay signos de flaqueza. Mantente firme. No cedas a sus tretas. Mente serena. Corazón ardiente. Aunque leas sus palabras, debes pensar que miente. Acalla tus temores, ignora los rumores, y busca tu entereza, para luchar por lo que de verdad quieras.

viernes, 19 de diciembre de 2014

Metáforas de un dolor pasado.

La oscuridad lo asola todo. Me encuentro sola y encerrada en una prisión subterránea, en una gruta maldita, con mil demonios pululando a mi alrededor, martilleando mi cordura con lenguas envenenadas y sagaces tretas. No creo en la esperanza, no creo en nada, ni en un mundo ideal que me espere fuera, ni en una posible liberación de mi alma quebrantada. Me acostumbro a esta vida, a esta tortura infinita; mis alas han cogido polvo, hace demasiado tiempo que no sirven para levantar el vuelo. Lo que un dí pude llamar corazón hace tiempo que yace en mi pecho, oxidado, incapaz de seguir latiendo, de sentir algo en absoluto. Esto en realidad, es por mi bien. Evita el dolor. Anestesia mi alma.
Pero de repente, una luz me deslumbró; apareció ante mí lo más bonito que mis ojos vieron, un ser que irradiaba paz, y esperanza. Su mirada sincera y su sonrisa tímida despertaron las conexiones entre mis neuronas, pero aún así, estaba demasiado herida como para no recelar. Rechacé su compañía largo tiempo, aunque él no escatimó en esfuerzos para hacerme creer en él, en su bondad, en sus buenas intenciones. Y sentía una atracción tan fuerte, simplemente contemplando su sonrisa, embriagándome con su olor, deleitándome con sus dulces palabras, con su mirada de amor sincero, con todo en él. Poco a poco, fui arrastrándome cada vez más cerca de dónde él se encontraba, abandonando las profundidades de mi cárcel para acercarme a los barrotes que aún así me separaban de él, hasta poder tocar sus manos y deleitarme con su compañía. Sin quererlo y sin buscarlo, los demonios habían retrocedido, no se atrevían a hablar cuando él estaba. Mi corazón, como insuflado de vida, comenzó a latir de nuevo, con ritmos torpes y poco sincronizados al principio, pero al menos, era un atisbo de una vida que empezaba a resurgir.
Esto supuso la clave. Aquella prisión se erigía sobre mi dolor, sobre mi corazón anestesiado, y una vez despierto este, se levantaron los barrotes, y pude por fin levantarme, abrir mis alas de nuevo, aunque sin saber bien como usarlas. Fue entonces cuando él me tomó de las manos y guió mi primer vuelo hacia la libertad, hacia el cielo; llegué más alto que nunca, sentí con más fuerza que en toda mi vida. Me deslumbré con la luz que me esperaba fuera de aquella gruta en la que me encontraba encerrada, y me extasié contemplando la belleza que me rodeaba. Todo parecía ser un cosmos perfecto que giraba en torno de nosotros dos. Hasta que algo cambió. No pude anticiparlo ni preverlo, me pilló por sorpresa en la totalidad de su expresión. De repente el ser cálido y lleno de amor que me guiaba desapareció, y en su lugar me encontré con alguien que sujetó mis alas y las quebró en mil pedazos; alguien que antes de dejarme caer al vacío, hundió la mano en mi pecho, y arrancó lo que había sido mi corazón maltrecho. Incapaz de decir nada, de articular una sola palabra, solo pude contemplar como me empujaba hacia la nada, y en mi caída pude contemplar con dolor indescriptible como compartía, entre besos y risas, los bocados de mi órgano seccionado con otra persona, un ser que probablemente poseía más luz propia y más encanto que yo.

Caí. Destrocé mi cuerpo en la caída. Seguía viva, aunque agonizando, y me negaba a levantarme. Ni siquiera trataba de curar mis heridas, de preocuparme de si me estaba o no desangrando, de si me estaba abandonando la vida lentamente, pues poco me importaba todo eso. Lo único que pude hacer fue permanecer temblando, encogida, llorando sin control, esperando mi suerte, maldiciendo mi desventura. Permanecí allí hasta que los demonios que me asolaban llegaron de nuevo y con más fuerza que nunca. Arrastraron mi cuerpo débil y derrotado hasta la prisión que hacía tan poco había abandonado. Allí estaba, igual que siempre, pero con mis alas destrozadas y un hondo abismo en donde antes hubo un corazón. Permanecí allí, llorando en silencio, dejando que mis demonios me despedazaran y mi dolor me consumiera, y sin poder evitar mirar por un pequeño agujero en la pared de la celda, mi único contacto con el exterior, le vi, tan perfecto como siempre, aunque en sus ojos sentía que algo se había apagado. Probablemente fuera fruto de mi necesidad de pensar que algún día le importé algo. A pesar del sufrimiento que me producía, no pude dejar de observarle, cayendo en la cuenta de que a pesar de todo, podría volver a fundirme en sus brazos como la primera vez. Pero poca esperanza queda. Pocos sueños que aún no hayan sido aniquilados. La oscuridad, es lo único que todo lo llena.

jueves, 4 de diciembre de 2014

Soy una guerrera.

Hoy tengo ganas de luchar fuerte, de agarrar la vida con las manos; de eliminar todo lo que me hace mal, de salir adelante; de levantarme y decir sin dudas que soy fuerte y que puedo con esto, poder decir que merezco la vida, que merezco todo lo que tengo, que merezco que me quieran, que merezco lo que la gente hace por mí. Voy a resurgir. Con cicatrices, sí, que nunca cerrarán pero sólo me harán más fuerte. Quiero ser la mejor versión de mí misma. Que todo aquel que me diese la espalda, que se volatilizase cuándo más los necesitaba, se den cuenta de que pierden más ellos que yo.
Hoy cojo aire, recojo mis armas del suelo, limpio la sangre de mis heridas y aunque tambaleándome aún, me dispongo a enfrentarme a mis demonios otra vez. No vais a acabar conmigo tan fácilmente. Soy una guerrera.

domingo, 30 de noviembre de 2014

.

Soy la bombilla fundida de la sala de estar. Soy ese juguete roto que ya no se puede arreglar. Soy sangre, soy fuego, soy el todo que se convirtió en la nada. Soy ilusiones rotas. Soy vacío. Soy un corazón remendado mil veces, pero que a pesar de todo ya no late. Soy el tenue resplandor que llega de una estrella ya muerta. Soy esa taza de café vacía. Ese vaso de cristal roto en la alfombra. Soy el perfume del que ya no queda ningún rastro. Soy esa rosa marchita que ya ha perdido todos sus pétalos. Soy ese colibrí que ya no levanta el vuelo, y esa liebre que se entierra viva en su propia madriguera. Soy ese cuerpo que ya se ha convertido en el polvo del que proviene. Soy tan solo cenizas de una existencia perdida. Mas soy un ave fénix en potencia. Así que no temáis, no dudéis: volveré. Y con más fuerza que nunca.

domingo, 23 de noviembre de 2014

Tratando de sincerarme y de dejar mis sentimientos a flor de piel.

Son tiempos difíciles para mí. Definiría mi sensación de angustia incesante como estar bajo el agua y no poder salir a respirar, mientras que algo te agarra de los pies y te aleja aún más de tu objetivo. Es como un ser sentado en tu hombro y susurrando a tu oído, alimentándose del auto-odio y la inseguridad que crea en ti, creciendo cada vez más, agarrándose a tu columna, enlenteciéndote, agotándote, pues cada vez es una mayor carga, hasta que te tira de rodillas al suelo e invade la oscuridad cada resquicio de tu mente y tu existencia. A metáforas vivo. Básicamente porque soy incapaz de explicarlo de otro modo. Cuándo hablo de las voces, no son voces que escuche en realidad, no es ningún tipo de esquizofrenia la que me acomete, si no las voces de mi propia conciencia, que por otra parte siento que esta está dividida en dos mitades, y estas voces luchan entre sí, aunque una ataca más fuerte y sus gritos resuenan más profundo; es aquella que trata de acabar con la persona que fui una vez y suplantarla por un ser mecánico y apagado, por un esclavo de cadenas invisibles, a la merced de lo que dicten las normas de la supuesta perfección. Me debato entre las sombras, y cuánto más me muevo más aprieta la soga. Alguna persona puede creer que esto tiene algo que ver con la persona de la que he estado hablando anteriormente y no, no lo tiene, y es un punto que quiero aclarar. Todo esto ya venía de hacía mucho tiempo, y la única espina que él dejó respecto a este problema fue que era quién sujetaba la cuerda por la que yo trataba de subir para salir del pozo, y la soltó cuándo yo estaba ya a mitad de camino. Pero como ya he comentado (porque sé que todo esto lo he dicho ya, solo que quería recalcarlo, ya que alguna persona confusa ha creído que esto es por culpa de lo que él causó y no lo es; lo que él hizo me destrozó y aniquiló un corazón maltrecho, pero respecto a esta razón se encuentra ya demasiado cansado como para seguir dejándose carcomer y se encuentra insensible y apagado) eso no fue su culpa si no mía; erré a la hora de depositar mi confianza, otra vez, y es un error que no puedo deshacer ahora.
Lo único en lo que quiero centrarme es en tratar de recuperar lo que un día llamé vida; en recuperar la ilusión, la esperanza, las ganas. Es difícil, y sé que voy a caer mil veces todavía antes de acercarme a una posible recuperación. Pero al menos sé que realmente no estoy sola, y que tendré quién me levante cada vez que caiga al suelo de espaldas. Durante mucho tiempo pensé que la gente me quería por quién creía que yo era, y no por quién yo era de verdad. Creía que desaparecerían si supieran lo que escondo. Pero no lo hicieron. Todos siguen ahí, Apoyándome más que nunca. Todos están volcados en ayudarme a salir de esta, y sinceramente me siento mal por hacer que se preocupen y recibir tantas consideraciones que en mi opinión, no merezco. Pero realmente tenerlos a ellos es magnífico. Lo mejor con lo que podría contar. Me da fuerzas ver que hay gente que me quiere, incluso ahora que saben mis defectos. Me da una razón para vivir, pues cada momento con ellos es un recuerdo que merece ser vivido a pesar de lo malo que pueda ser el resto de la semana. Son el atisbo de esperanza que necesito para levantar el vuelo. Los quiero con locura, y daría todo por ellos; es más, espero poder algún día devolverles la mitad de lo que han hecho todos por mí.
Ellos, son más que amigos. Son familia.

sábado, 22 de noviembre de 2014

Hoy ha sido un poco un día de pesadilla... Por alguna extraña razón vivo últimamente con la mente tan embotada que nunca siento nada de lo que vivo como real, y lo de hoy tampoco. Aún no he asumido que toda las situaciones, el cúmulo de sensaciones y todo, es real. Primero porque me prometí a mi misma que no pediría ayuda hasta llegar a un límite, límite al que no llegué nunca, por cierto. Así que me siento débil por partida doble; débil por verme en esta situación y débil porque encima de estar en ella, me he derrumbado antes de que pudiese si quiera llegar a un punto digamos, preocupante. Mi familia se ha enterado de cosas que yo no quería que supieran y que era mi elección decidir si las sabían o no, pero se me ha arrebatado esa opción.
Sigo sintiéndome muy perdida. Y además, me siento como si estuviese loca y no tuviese control de nada de lo que hay a mi alrededor, ni de mi propia mente, ni de mi propia vida.
Debería hablar. Con la gente que me quiere y que no sabe dónde he estado hoy. Porque hay algo que puede que haga cambiar un poco mi estado de ánimo o mi carácter durante un tiempo y deberían estar avisados. En realidad estoy asustada con eso. No sé qué debo esperar.

lunes, 17 de noviembre de 2014

La ansiedad me bloquea hoy.

Y no sé como acabar con ella. Estoy asustada. Quiero la ayuda y no la quiero. No estoy preparada. Creo que no la merezco. Me siento un fracaso, debí haber llegado más lejos antes de fallar pero mírame.
Las voces gritan alto hoy. No soy capaz de enfrentarlas. Tienen razón. No puedo lidiar con ellas más. Estoy cansada. Necesito que paren necesito descansar necesito cumplir mis objetivos es la única forma de hacer que paren.

domingo, 16 de noviembre de 2014

Tal vez, la luz está por llegar.

Como mencioné se me dio un ultimátum. Y no me quedó más opción que quitar la sábana y descubrir lo que se escondía debajo de ella. Y he de decir que no ha sido para nada tan malo como esperaba. Aunque ha habido cosas que no desvelé (ni tengo intención de hacerlo; solo un par de personas saben acerca de esto, que desaparecerá si lo hacen a su vez los problemas que si conté) si hablé como pude de la esencia de todo esto, aunque no sé qué tal me explicaría. Pasé mucho rato llorando, con mi padre abrazándome con una ternura increíble, tratando de explicarme de la mejor manera posible. Ahí me di cuenta de que el haberme estado distanciando de mi padre un poco, por el hecho de que él no aceptaba lo que yo quería para mí, había sido un gran e iluso error; ahora veo que discutir con él, que es lo que más quiero en este mundo, no merecía la pena, y a la vista está de los hechos. Me siento estúpida por ello, y estúpida en general, por múltiples motivos, y uno de ellos es que afronté esto siempre sola, y cuándo lo compartí con alguien, fue con la persona equivocada, la única de todas las personas a mi alrededor que podría dejarme sola y hacerme caer, como así hizo. Entono el mea culpa. Porque pensé que su corazón era tan grande, por saber mis peores secretos y no abandonarme, que confié casi plenamente en él. Creía que merecía que se fuese, y que no lo hiciese, me pareció la mayor muestra de amor. Mas al final lo hizo, pero cuándo estuve en el suelo, cuándo caí con los dientes y no pude levantarme, quiénes estuvieron allí y no se fueron - ni tienen intención de irse - fueron otros; otros a los que estaba consumiendo con mi imagen cada día más descompuesta y apagada. Ellos eran quiénes de verdad podían ayudarme a salir de dónde me encontraba, y no iban a soltar la cuerda cuando estaba ya a medio camino de salir del pozo, como me sucedió. Realmente hoy puedo creer en que existe una luz y una esperanza para mí. Los pensamientos negativos aún me acometen; las voces, aún no callan; la oscuridad sigue ahí, pero ahora al menos hay algo tratando de combatirlo, y ya es un paso. Ahora sé que no estoy sola. Los mensajes de apoyos de mis amigos y familia no han parado de llegar en estos días, rogándome que me deje ayudar, que si necesito ayuda, ellos estarán allí pase lo que pase. Y eso me da fuerzas. Sigo asustada, porque no sé que va a pasar. Son tiempos convulsos. Pero al menos una parte de mí tiene ganas de afrontarlo. Al menos una parte de mí confía en volver a ver la luz al final del túnel.

viernes, 14 de noviembre de 2014

Tiempo del ultimátum.

Me siento muy perdida y atrapada en una situación en la que siempre luché por no verme. Ahora tengo sobre mí una cuenta atrás, un ultimátum, que me han impuesto dos personas distintas a las que, no por gusto precisamente, si no porque, en un momento de extrema flaqueza, dejé ver lo que se escondía tras la punta del iceberg. Tengo hasta el lunes para hablar con mi familia supuestamente. Y yo... Yo no sé como hacerlo. ¿Cómo explicas algo que no es real? Quiero decir, no es algo que me haya sucedido ni nada parecido; es algo que no es tangible, es algo que solo y tan solo mi mente ha creado, y aunque me esté asfixiando, apretando la soga en mi cuello más y más cada día, no es algo real. Y todo el mundo pensará que es tan fácil como conseguir el control de tu mente y parar todo esto. No lo es. Principalmente, porque de alguna forma y sin saber por qué, te conviertes en una especie de espectador, que solo puede oír y acatar órdenes de otro ente que se ha abierto camino y que tiene más poder de decisión que tu propia persona. Y no importa cuán alto grites y cuán fuerte te determines a no hacerle caso, porque él gritará siempre más alto, y cuánto más trates de ignorarlo, más estará todo el tiempo encima de ti, constantemente hablando en tu oído, aferrado a tu espalda. Y tu tratarás de ignorarlo y mantenerlo lejos, pero no se irá. Y drenará cada energía o cada ápice de luz e ilusión en tu alma y lo transformará en sombras. Empezarás a darte cuenta de que has perdido todo lo que fuiste o lo que te definió una vez; tus ideales se habrán esfumado como el humo, la esperanza marchita, las energías agotadas, y cada vez será más difícil luchar contra el día a día. Y eso repercute en todos los ámbitos. Es ciertamente difícil concentrarse con todo esto martilleando en tu cabeza sin parar, perturbando tu sueño, tu conciencia, y a toda tu persona. Y cuándo empieces a fallar en todo lo que te propones, eso no hará más que alimentar las palabras de aquella persona que habita en tu mente y que trata de destruirte. Nunca serás lo suficiente bueno en nada. Nunca lo suficiente inteligente, ni lo suficiente trabajadora, ni lo suficiente guapa, ni lo suficiente perspicaz, ni lo suficiente delgada, ni lo suficiente nada. Simplemente eres un fracaso, una pérdida de espacio, que fracasó en todas y cada una de las expectativas que el mundo tenía de ti. Porque sé que son muchas; pero creo que todo lo que se espera de mí es más por las ilusiones que todo el mundo se ha hecho de lo que podría llegar a ser que por mis propios actos. Y sé que decepcionaré a mucha gente cuándo todo esto se sepa, que ni siquiera soy capaz de mantener en orden mi cabeza, de controlar mis propios pensamientos; que soy la única tonta que se ha hundido en el pozo por obra propia. Y me molesta porque por esto estoy segura de que voy a causar sufrimiento a la gente a la que le importo, aunque no merezca su preocupación la causaré; por mi propio auto-odio haré que la gente a mi alrededor, gente que ya tiene suficiente con sus propias vidas, tenga más cosas en las que pensar, y no quiero eso.
Por una parte quiero hablar. Quiero creer que hay esperanza. El otro día, hablando con estas personas a las que le conté mis problemas de mierda, vi un rayo de luz, escapándose de entre la nube de tinieblas. Y me hizo querer salir de la oscuridad. Porque sinceramente, la vida aquí carece de sentido; te encierra entre cuatro paredes, perdido en la negrura y no te deja apreciar lo que pasa a tu alrededor; por eso estás siempre como ausente.

Por otra parte no quiero hablar. A la vergüenza y al miedo a causar odio y frustración entre las personas que quiero, se une la voz de la que he estado hablando todo este tiempo, esa que siempre está tratando de hacerme ver lo inmundo de mi persona, que me dice que pronto me he rendido; que no he llegado a mis objetivos, que no merezco ayuda, que soy débil, que exagero, que soy escoria.

Así que no sé que voy a hacer, ni qué va a pasar. Yo solo quiero que el dolor y la angustia y el odio hacia mi misma  y todos estos sentimientos negativos paren. Pero no sé como hacerlos parar. Y eso me desespera.

martes, 11 de noviembre de 2014

Un día más.

Un día más con este peso sobre mis hombros y esta presión sobre mi pecho. Hoy se me ha hecho exageradamente difícil; un sueño me alegró la noche mientras fue real, pero cuándo me desperté volví a chocar a toda velocidad con una realidad de acero. No he podido quitarme todo esto de las cabeza en todo el día, hecho que ha estado drenando mi energía y mi entereza, hasta el punto de que en algún momento pensaba que no podría soportarlo más y que me pondría a llorar allí mismo, lo que sería penoso y vergonzoso por mi parte. Hoy no es un gran día, desde luego, pues incluso ahora escribo esto sin poder controlar mis signos de flaqueza. Hoy es un día en el que me muerde con voracidad la culpa; hoy siento que todo es culpa mía, desde el principio; por alguna razón he llegado a la conclusión de que sí que existió un amor realmente fuerte y real, pero que yo me encargué personalmente de matarlo con mis miedos, inseguridades, mi cobardía, mis épocas de distanciamiento, y por ello él, cansado de tantas caídas decidió no entregar más, y dejarme como una opción para por si, ya que me había dado por perdida. A pesar de mis teorías, yo veía, o creía ver tantísimo amor en su mirada y tan puro y tan real que nunca hubiera podido imaginar lo que se escondía debajo de la alfombra. No he podido olvidar esa mirada, y su recuerdo y el saber que no volveré a verla son como espinas directas a mis sentimientos. Los recuerdos en general me están destrozando, junto con la sensación continua de culpa. A cada paso que doy hay algo que me recuerda a los viejos tiempos ya sea los lugares donde alguna vez estuvimos, o las cosas de las que hablamos, el tan solo nombrar de su etnia o cualquier estupidez, sin tan solo mencionar cuándo mis sentidos lo perciben, cuándo lo escucho hablar o especialmente reír, cuándo le veo aparecer por la puerta o cuándo noto su olor cuándo pasa "cerca". Todo esto sabiendo que yo soy la máxima culpable de esta situación, pues si desde el principio yo le hubiese tratado como merecía, no se habría hartado de tratar de amarme y no hubiese necesitado buscar a otra persona mejor que pudiese dárselo. No estoy enfadada con él en absoluto; disgustada, desilusionada y con la confianza rota si. Pero no es su culpa, es mia. Fui yo quién decidió poner todo eso en él. Probablemente él no sabía que me estaba ilusionando de esa manera y que me estaba aferrando a esas ilusiones para salir a flote de mis propios problemas.
Ahora simplemente me queda resurgir del vacío, hacerme a la idea de la soledad permanentemente, pues seamos realistas, nadie podría ser capaz de amar a alguien como yo incondicionalmente. Ya me extrañaba a mí que pudiese pasar esta vez... Realmente tampoco me importa demasiado. Mis ganas de tratar de confiar en alguien o de amarlo o de pasar mi vida con ella son nulas. Esos ideales románticos a los que me estaba haciendo han desaparecido tan rápido como llegaron. Nunca he querido una pareja. Hasta que apareció él y rompió mis esquemas. Pero sin él ya nada de eso importa. Trataré de aferrar mi existencia al hecho de usarla para algo que merezca la pena, como ayudar a los demás; porque necesito creer que valgo para algo. No obstante, no me veo capaz de lograr la nota que necesito para entrar en mi carrera pues soy incapaz de concentrarme ni de ponerme enserio. Así que parece que la otra razón de mi existencia se caerá también.

He sentido ganas de dejar bachillerato, porque no me veo capaz de hacerlo frente. Además, siento que soy una molestia para él, en el medio entre sus amigos y él. Un incordio que solo lo amarga y disgusta. Bueno, la imagen de mi persona es hoy ligeramente pésima. Esperemos que cambie un poco mañana o si no que infierno. Necesito descansar de esto ya antes de que acabe con todas mis energías.

lunes, 10 de noviembre de 2014

El cielo aún sigue gris.

El cielo aún sigue gris, pero al menos, algún tenue rayo de luz se deja entrever muy de vez en cuando ya. La angustia me invade y las lágrimas casi por costumbre a estas alturas sienten que deben acudir a mis ojos ya cansados cada vez que recuerdo toda esta pesadilla. Es tanto el dolor que siento al recordar lo que fue y lo que nunca volverá a ser y toda la situación en la que sin poder siquiera imaginarlo me vi envuelta que me embota y me hace desear no sentir nunca nada. Aunque alguna vez alguien dijo que el dolor era bueno, porque al menos te ayuda a sentir que estás vivo, no se siente así cuando invade cada fibra de tu alma y se encierra en tu estómago y en tu tráquea impidiéndote siquiera articular palabra. Y fingir cada día que estás bien, que es la única opción, para que la persona por la que sufres no sea consciente de tu flaqueza ( al principio para intentar no hacerla daño, a estas alturas de la vida mas bien creo que es porque simplemente, no le importa ) va mermando la luz que irradiaba tu ser y te va sumiendo entre las sombras. Del polvo venimos y en polvo nos convertiremos, pero convertirnos en polvo, en simple ceniza, cuando ni siquiera ha empezado la descomposición de nuestros cuerpos es quizás un destino demasiado deplorable. Muerta el alma en vida, poco cabe esperar para el ser que habita un cuerpo que no es mas que una cáscara vacía portando un ente privado de sueños. Y no quiero convertirme en algo semejante; yo, que me he alimentado toda mi vida a base de sueños y fantasías, no creo debiera rendirme ahora y dejar atrás todo lo que quise y por lo que luché. Aunque no sea ahora más que una mente torturada y un corazón cansado, sé que aún queda en algún recóndito lugar de mi espíritu una pizca de esperanza. Muchos eran los demonios que me acosaban antes de todo esto, como ya he expresado, y siguen aquí, posados en mis hombros, agarrados a mi columna, susurrando en mis oídos, tratando de evitar a toda costa que logre alguno de mis objetivos. Pues ellos me odian más profundamente de lo que nadie podría llegar a hacer nunca. Ahora gritan más fuerte todavía si cabe, y su continuo e incesante martilleo en mi mente me agota y me inhabilita psicológicamente, me cierra el paso a cualquier recuperación posible, pues por encima de cualquiera de mis enemigos, el más temido y más letal, soy yo misma. Antes de enfrentarme a cualquiera de mis realidades tengo que ganar la lucha contra mi propio ser en una batalla a vida o muerte, pues no confío en mis posibilidades si ganara el lado que le da la razón a mis demonios sobre todo lo que dicen sobre mi persona, sobre lo poco que valgo, sobre la vergüenza que soy, el desperdicio de espacio. Así que tengo que seguir luchando por una vida que ahora mismo no contemplo como un objeto de gozo, si no como una labor de supervivencia, y tratar de lograr en mí el estado que mi permita seguir avanzando y llegar a lo que ansío con todos los órganos de los que dispongo, la tranquilidad de mi alma y la concepción de mi propia persona como un ser digno de amar y ser amado.

viernes, 7 de noviembre de 2014

El infierno continúa.

Me equivoqué en mis predicciones. Aún quedaban muchas lágrimas por derramarse. Hacía tanto tiempo que no experimentaba la sensación de ser incapaz de contener las lágrimas, de sentir que estás tan roto que no encuentras otras solución plausible que caer de rodillas al suelo y llorar sin ser capaz de pararlo, que me sentí extraña, y a la vez ilusa y derrotada. Me cuesta asumir que he vuelto de nuevo a la vida real, porque nunca supe que era esta y nunca quise que lo fuese. Por las noches sueño, sueño que todo es como antes, y eso me tranquiliza. Pero cuándo me despierto, es cuándo creo estar soñando pues es una pesadilla, una pesadilla de la que no puedo escapar y en la que tengo que convivir con los recuerdos de los sueños de la noche y de las memorias de los tiempos pasados. Estoy perdida. Necesito poner en orden mi vida. Asumir que lo he perdido todo. Que he perdido el mundo en el que vivía, a la persona que amaba, pues desapareció, se esfumó como el humo; la persona de la que me despedí el jueves con toda la ilusión de verlo a la semana siguiente, no fue la persona que encontré el sábado, dándome la única noticia que nunca hubiese esperado de él, pues sí, soy consciente de que todo el mundo es así, pero si yo le elegí es porque pensaba que él... Era distinto. Tampoco es la persona que he estado viendo esta semana, que se muestra indiferente al tema, como si no hubiera pasado, anulando sus promesas, que se muestra indiferente a mi nueva y recién adquirida mirada con destellos de dolor y miseria. Asumir que he perdido la ilusión y la esperanza que había perdido hace tanto, pero que había conseguido recobrar gracias a él, que me estaba demostrando que se podía hacer posible lo imposible, que me estaba demostrando que el verdadero amor realmente existía,  que me estaba devolviendo mi autoestima, demostrándome que yo también merecía ser amada con todo el alma, el cuerpo, la cabeza y el corazón, por mucho que yo pensara lo contrario. Pero todo eso ganado lo he perdido. Y con él vinieron los efectos colaterales, los demonios que había conseguido ahuyentar, porque había alguien que merecía más atención en mi cabeza que sus voces diciéndome que no merezco la pena, que no valgo para nada, que nunca nadie podría amar a alguien como yo, que nunca conseguiría nada bueno en la vida, la tortura del espejo, por fuera y por dentro, todo aquello que estaba pudriendo mi alma, y que con esfuerzo, mucho esfuerzo, estaba consiguiendo superar. Pero todo ha vuelto. Aunque debo remarcar que esto no es, de ninguna manera culpa suya; cierto es que él me dio su palabra de que estaría ahí para mí, apoyándome y ayudándome en todo esto, pero la decisión de aferrarme a él para salir adelante, fue mía. Y fue un error. Pues una vez que pude salir del pozo en el que me encontraba, la luz que encontré fuera me deslumbró; hacía tiempo que no había sido tan feliz y dudo que en mucho tiempo pueda volver a serlo. Sentía el amor en su plenitud, dentro de cada fibra de mi alma, lo que nunca había sentido, y era todo lo que necesitaba. Ese sentimiento podía más que la lucha contra todos mis demonios y el rechazo de mis padres. Seguía asustada por esto último, pero tenía más que claro que si, aún tras todos mis intentos por convencerlos, no lo lograba, no podrían impedirme que hiciera mi vida. Quería darlo todo, y por qué no decirlo, había empezado a ilusionarme con un futuro. Llegado a este punto necesito aclarar un detalle. Cuándo estás en la oscuridad, todo duele menos; estás más anestesiado, acostumbrado, y cuándo el dolor es lo único que conoces, el impacto es menor. Pero si antes de que todo cambie, has estado fuera del pozo, has visto la luz, has sentido, has notado la vida fluir y todo lo bueno que conlleva, cuándo de una patada te devuelven al pozo en el que te encontrabas o más profundo, es muy duro de asumir. Pero no queda otra. Hay que asumir que como todo, los sueños terminan, y te dejan de frente contra la cruda realidad, cayendo de bruces al suelo y dejándote los dientes. Las heridas son profundas; no sé si podré recuperarme. Porque si la persona en la que más he confiado y más he querido desde la última vez que me hirieron de esta manera, segunda vez que he sentido lo que es, y tras la que me quedé profundamente tocada y con la confianza en mí misma y en el mundo completamente hundida, si la primera y única persona en la que conseguí confiar después de esto, me hace ver que cometí el mismo error, confiar cuando no debía, cuándo me costó años confiar realmente y pensar que lo conocía, no me da indicios de que en el mundo que me espera ahí afuera haya alguien en quién yo pueda volver a confiar algún día. Esto amenaza con romper mi buen espíritu, pues veo el mundo como una sociedad de acero, sangre y fuego dónde todo el mundo cubre un cuchillo tras su espalda, y todas mis ganas de ayudar a esa sociedad se desvanecen, pues no veo que se merezca mis esfuerzos. No lo sé. Quizás solo estoy demasiado aturdida por todo esto como para pensar con claridad; eso espero, No sé si realmente todo lo que he escrito tiene algún sentido o solo son pensamientos amontonados sin cordura; y esque esto último no estoy plenamente segura de no haberlo perdido.

lunes, 3 de noviembre de 2014

Incapaz de dormir para siempre.

Aunque siento mi cordura abandonarme lenta pero continuamente, decidí que al menos por ahora no era momento de rendirse. Aunque he perdido toda ilusión por el futuro o por la vida en general, creo que debería esperar. Como dije, el dolor va dejando paso a una insensiblidad, a una impasibilidad, a un frío en el alma, y aunque aún duele - y nunca dejará de hacerlo- en mi mirada creo predomina el cansancio, a pesar de los matices en los que se dejan notar mis heridas. Mas toca fingir. Aunque suene irónico, por no hacer daño a la persona que, al fin y al cabo, desencadenó todo esto, debo simplemente actuar con normalidad en la medida de lo posible. No sé hasta que punto puedo fingir ya. Ya he fingido demasiado. Ya he estado hundiéndome en el fango con una sonrisa mientras los espectadores estaban presentes. No sé que voy a hacer. Simplemente estoy perdida. No hay más lágrimas ya, pues no quedan, ya se derramaron todas. Solo hay angustia, y miedo, miedo ante todo, ante cualquier nimiedad, ante tan solo la vida, porque me he dado cuenta de que carece de sentido para mí. No encuentro razones. Mi razón para vivir era poder ayudar a las personas, pero caída tras caída no me han demostrado más que que todo el mundo es carne putrefacta corrompida por la supervivencia en un mundo sin valores ni justicia. No quiero pertenecer a ese mundo. Así que básicamente me limito a esperar, porque considero que no es el momento, y que debo darle una oportunidad a la vida, otra más. Ahora mismo solo disfruto durmiendo, o incluso escribiendo, solo quiero parar los pensamientos en mi mente que me siguen destrozando, el auto-odio, los recuerdos, las tendencias depresivas, mi afán por echarme siempre la culpa de todo, mi desconfianza ante el mundo, ante quiénes me rodean e incluso hacia mi misma, todo en general, lo que me está destrozando los nervios y la cordura. Me cuesta distinguir que es real y que no. Me cuesta abrir los ojos, moverme, respirar. Me cuesta vivir.

domingo, 2 de noviembre de 2014

Cuándo un destrozado corazón decide dejar de latir.

No puedo soportar más la agonía que me acomete. Me siento encerrada entre cuatro míseras paredes y a la vez perdida en las profundidades de algún universo. No he tenido tiempo de digerir el cambio que se acaba de obrar en mi vida. No lo puedo asumir.

Fui, soy y seré desconfiada no por que la vida lo haya querido así, si no por razones fundamentadas. Es una ventaja en ciertos momentos, pero una desventaja cuando te impide hacer vida normal. Pero aún así, llega un momento en el que aparece alguien en el que quieres confiar, en el que necesitas hacerlo. Pero te cuesta, se hace duro; se hace una lucha entre ti y ti mismo, sobre quién está pensando más cuerdo de los dos. Pero al final uno gana. Y en mi caso, gano el que decía que se debía confiar. Desde luego, desde las profundidades de mi mente cansada llegaba el eco de los consejos del otro ente que me decía que era un error. Pero aún así, puse la mayor parte de mi confianza en juego. Y perdí. Y escuché las carcajadas de aquel que me decía que todo el mundo es traicionero y que nadie a mi alrededor soltara el cuchillo preparado para mi espalda. Y yo me siento avergonzada y dolida por haber dejado caer mis barreras; mas ya todo está perdido.

Lo peor de todo, aunque lo parezca, no es esto; no es la traición a mi confianza y la terrible desilusión que conllevó lo que más pesa a mi alma, es algo peor. Es saber que sentías un amor tan grande y tan fuerte, que aunque no sabías expresar, luchabas por sacar fuera y dárselo, entregárselo; porque eso era lo que querías hacer aunque costase, y luchabas otra vez con tus demonios para que te dejasen hacer una vida normal, que por favor te dejasen estar con él y hacerle feliz porque lo merecía, que te dejasen quitarte el lastre que suponían tus traumas, tus desórdenes, tus miedos, y que te dejaran sucumbir al amor. El amor más grande que jamás había tenido cabida en un corazón maltrecho y malherido, pero que se esforzaba por estar ahí, Y después de todo el esfuerzo, después de discusiones con tu persona y con quiénes te rodean, que no lo aprobaban, después de todo, en el momento cúspide, en el apogeo del sentimiento, la noticia llega, como un huracán despiadado, como un terremoto implacable, como un ente cogiendo con ternura tu alma, tu corazón y tu existencia, y tras mirarte fijamente a los ojos, decide estrellarlo contra el suelo, dejando todo tan destrozado que por más que desesperado buscas todos los pedazos, te das cuenta de que es imposible de recomponer. Y quizás exagero, quizás soy simplemente una sentimental de mierda que es herida al más mínimo error, pero fuera como fuese, es así como es sentido y es así como afecta, y el resto poco importa.

Ahora, más tranquila, tratando de entrar en la fase de aceptación (aunque cueste..) tras horas de llantos descontrolados, una noche de insomnio, un terrible encogimiento del corazón que se niega a volver a mostrarse, tras quedar tan desfigurado tras todo esto, llego a una fase en la que las lágrimas brotan, sí, pero ya no hay histeria en el llanto, es tranquilo, aceptando su suerte. Ya no hay más "no puede ser, no puede ser, él no... él no haría eso", ahora se han abierto paso los "Debí haber supuesto que podría pasar", "imbécil, eres eso, una imbécil, y así es como todos te verán, incluso él" y los "Es por mi culpa, siempre es por mi culpa, nunca soy suficiente, bastante aguantó", y tras esto se irá abriendo camino el sin sentir, el caminar con la mirada perdida y los ojos cansados de tantas lágrimas, lágrimas que tonta de mí prometí no volver a derramar y mírame, y caminaré sin sentido y sin rigor, tan solo cavilando si debo o no hacer lo que en mi cabeza se abre camino poco a poco con más fuerza que cualquier otro pensamiento; pues basé mi recuperación en su figura y ahora sin él todo está perdido. Habiendo perdido mi único elemento de fe, mi única unión a la felicidad de la existencia, me planteo muchas cosas. Aparte de recaer en viejos e insanos hábitos (que había dejado a un lado en mis últimos buenos tiempos) no veo esperanza alguna o un futuro que merezca ser labrado. Mi ilusión se ha ido lejos. No queda nada más en mí que un dolor punzante y agudo que me oprime, y una profunda tristeza que aplaca cualquier otra sensación. Con un poco de suerte, todo esto irá desapareciendo y dejará paso a la insensibilidad, que por otra parte puede ser peor que todo esto.

Me siento perdida. Me siento como un cachorro en una cuneta. No sé que hacer con mi vida ni con todo lo que siento. Aunque puede que todo esto deje de ser un problema pronto. Depende de cuál de mis dos conciencias gane.