lunes, 10 de noviembre de 2014

El cielo aún sigue gris.

El cielo aún sigue gris, pero al menos, algún tenue rayo de luz se deja entrever muy de vez en cuando ya. La angustia me invade y las lágrimas casi por costumbre a estas alturas sienten que deben acudir a mis ojos ya cansados cada vez que recuerdo toda esta pesadilla. Es tanto el dolor que siento al recordar lo que fue y lo que nunca volverá a ser y toda la situación en la que sin poder siquiera imaginarlo me vi envuelta que me embota y me hace desear no sentir nunca nada. Aunque alguna vez alguien dijo que el dolor era bueno, porque al menos te ayuda a sentir que estás vivo, no se siente así cuando invade cada fibra de tu alma y se encierra en tu estómago y en tu tráquea impidiéndote siquiera articular palabra. Y fingir cada día que estás bien, que es la única opción, para que la persona por la que sufres no sea consciente de tu flaqueza ( al principio para intentar no hacerla daño, a estas alturas de la vida mas bien creo que es porque simplemente, no le importa ) va mermando la luz que irradiaba tu ser y te va sumiendo entre las sombras. Del polvo venimos y en polvo nos convertiremos, pero convertirnos en polvo, en simple ceniza, cuando ni siquiera ha empezado la descomposición de nuestros cuerpos es quizás un destino demasiado deplorable. Muerta el alma en vida, poco cabe esperar para el ser que habita un cuerpo que no es mas que una cáscara vacía portando un ente privado de sueños. Y no quiero convertirme en algo semejante; yo, que me he alimentado toda mi vida a base de sueños y fantasías, no creo debiera rendirme ahora y dejar atrás todo lo que quise y por lo que luché. Aunque no sea ahora más que una mente torturada y un corazón cansado, sé que aún queda en algún recóndito lugar de mi espíritu una pizca de esperanza. Muchos eran los demonios que me acosaban antes de todo esto, como ya he expresado, y siguen aquí, posados en mis hombros, agarrados a mi columna, susurrando en mis oídos, tratando de evitar a toda costa que logre alguno de mis objetivos. Pues ellos me odian más profundamente de lo que nadie podría llegar a hacer nunca. Ahora gritan más fuerte todavía si cabe, y su continuo e incesante martilleo en mi mente me agota y me inhabilita psicológicamente, me cierra el paso a cualquier recuperación posible, pues por encima de cualquiera de mis enemigos, el más temido y más letal, soy yo misma. Antes de enfrentarme a cualquiera de mis realidades tengo que ganar la lucha contra mi propio ser en una batalla a vida o muerte, pues no confío en mis posibilidades si ganara el lado que le da la razón a mis demonios sobre todo lo que dicen sobre mi persona, sobre lo poco que valgo, sobre la vergüenza que soy, el desperdicio de espacio. Así que tengo que seguir luchando por una vida que ahora mismo no contemplo como un objeto de gozo, si no como una labor de supervivencia, y tratar de lograr en mí el estado que mi permita seguir avanzando y llegar a lo que ansío con todos los órganos de los que dispongo, la tranquilidad de mi alma y la concepción de mi propia persona como un ser digno de amar y ser amado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario