sábado, 30 de enero de 2016

Fragmento de la novela Six III.

Hoy el amo había estado extrañamente amable durante todo el día. Y era algo más que sus simples juegos de todos los días, más que su fachada de hombre dulce y atento que ponía estratégicamente en el momento adecuado para hacerla ceder a ella o a las chicas; esto era diferente, y extraño. Ayer hasta incluso, en la noche, la dejó salir al jardín -atada, por supuesto- a disfrutar del aire y de la luz de la luna. Nina salió con muchos recelos, dudando de sus intenciones. Al fin y al cabo llevaba mucho tiempo con él y lo conocía bien; siempre solía estar tramando algo. Sin embargo, cuando Nina se paró en mitad del jardín, respirando hondo, disfrutando del momento después de meses encerrada, y mirando a la luna, él se quedó quieto, a su lado, a una distancia prudencial para que ella no estuviese alerta, sonriendo. ¿Te gusta, verdad Six? - Ella le dirigió una mirada fugaz, pero en la que pudo apreciar el brillo de sus ojos. - Sé que sí. Si fueses una buena chica, podrías salir más a menudo, ¿Sabes? Pero me desobedeces mucho. Todo el tiempo en realidad.- Nina chasqueó la lengua pero no se movió, siguió allí, mirando la luna, salvo cuando cerraba los ojos para dejarse envolver por la brisa nocturna. - Sabes que eso no va a pasar. No sé por qué lo sigues intentando. Nunca seré la mujer sumisa que quieres que sea.
- Lo serás. Ya sea porque me temas o porque me ames; y eso lo eliges tú. ¿Mujer? Pequeña, aún te queda para convertirte en eso- Dijo él con una media sonrisa, acortando la cadena que sujetaba, candada al collar de Nina, y acercándose a ella, con paso lento y firme. Ella se giró hacia él, mirándole duramente, con recelo.

- Y cuando sea la perfecta sumisa acabaré enterrada a dos metros bajo tierra como las demás. Nunca gano. Prefiero seguir desobedeciéndote hasta cuando me aguante el cuerpo.

El la agarró del mentón con cierta brusquedad, aunque luego relajó el semblante y la presión y empezó a acariciarla la cara, mientras ella se mantenía quieta, con desconfianza.

- Tu no eres como las demás, nena; no compares vuestros destinos. No me desharía de mi favorita. 

- Permíteme la concesión de no creer en tus palabras - Ironizó ella, echándole valor por otra parte; ninguna de las chicas se atrevería a contestarle por las represalias. Eran más prudentes. Se comportaban como cabría esperar después de largas temporadas de confinamiento, torturas y acondicionamiento. Pero ella sabía que no podía dejarse caer en eso o él habría ganado. Era la única que era capaz de mantener una conversación cabal con él, la única que seguía siendo algo así como un ser humano y no un objeto más. Por eso quizás estaba tan interesado en ella, por tener el mérito de romperla, más aún de lo que ya estaba por todo; doblegarla después de todo lo que había luchado por permanecer indomable.

- Deberías. Dije que iría a verte al coliseo y fui, ¿verdad? Y no te dije que tenía pensado traerte conmigo, pero lo tuve claro desde el primer momento y lo cumplí. Soy un hombre de palabra. Ahora vives mejor que cuando estabas en las peleas, no me digas que no.

- Sí, fuiste, eso es verdad. Sí, vivo mejor, al margen de que no podría seguir peleando y habría muerto a estas alturas. Pero eso no significa que esté bien lo que haces. Yo soy libre. No tienes derecho a retenerme y castigarme. - Lo dijo seria, sin emociones, no iba a dramatizar. 

- Alma inocente, aún eres joven para entenderlo, pero créeme, verás las cosas de otro modo cuando crezcas un poco. Así es como deben ser las cosas, es lo natural - Vio que ella iba a hablar para rebatirle, y puso un dedo sobre sus labios, para callarla - No. No me discutas o conseguirás que me enfade. Vamos a dentro, ya es hora de que vuelvas con las demás. No habrá castigo hoy. Considéralo una tregua; no pienses que voy a dejar de reprenderte por tu desobediencia.