jueves, 27 de septiembre de 2012

Opinión sobre la última manifestación en España.

Nunca he estado ni estaré en contra de la manifestación pacífica, sobre todo si se hace con una causa justificada, como es el caso. Por lo tanto, quiero aclarar antes de comenzar que mis comentarios no deben ser malinterpretados. Formo parte del pueblo, soy el pueblo, y defiendo al pueblo.
Pero la última manifestación no fue bien. Es indudable que la manifestación se convocó por unos motivos razonables, y que la extensa mayoría de la gente que asistió lo hizo para reivindicar sus derechos de manera pacífica. Pero, nos habremos dado cuenta de ello, no todo el mundo utiliza la cabeza para reflexionar sobre el por qué de acudir a la manifestación. Es el caso de los "extremistas", vamos a llamarlos, que son los que provocaron en gran medida las mayores revueltas de la última manifestación. Esos individuos, que son principalmente, no son manifestantes, no se confundan. Esos individuos no tienen ideales ninguno. Sólo buscan poder arremeter contra lo que se ponga y crear situaciones de tensión. Y por una parte, son culpables del comportamiento violento de la policía. Estaremos todos de acuerdo en que no en todos los casos los antidisturbios actuaron correctamente. Errar es humano pues, y quizás arremetieron contra quién no debían, más en una gran mayoría de los casos habían sido provocados por estos alborotadores. No debemos olvidar, que de los heridos, muchos son agentes de la ley también.
Pero, reitero, el pueblo no tiene la culpa de el comportamiento violento de estos individuos. Y el estado debería darse cuenta de ello.
Soy firme defensora de las ideas de Ghandi acerca de la revolución pacífica y la no violencia, y es lo que defiendo. Por eso, considero bastante deplorable la última manifestación, tanto por la acción de unos como de otros. No se debe actuar violentamente (en un principio) en ninguno de los casos. La violencia debería quedar derogada a última alternativa.
Por ello opino que se debería controlar más a estos grupos de alborotadores, que además de reflejar una imagen de completa estupidez, y de provocar situaciones que no debían haber sucedido, se comportan como valientes cobardes, pues todos sabemos que somos valientes para hacer lo que sea llevando la cara cubierta.
Respecto al pueblo, decirles que no se rindan. No debemos rendirnos, nunca. Nuestros derechos son nuestros y no podemos permitir que se nos prive de ellos. Estamos en nuestro derecho de protestar, y debemos hacerlo. Siempre desde el lado cuerdo e inteligente. Nunca olvidemos atrás el sentido gobierno.

Querido presidente y estimados miembros del gobierno, creo que es absolutamente necesario que cambien su política de actuación, pues, a la vista está, que no están actuando debidamente. Además, saliéndonos un poco del debate, quiero advertirles de que mezclar religión con política nunca fue algo que tuviera resultados satisfacctorios. Señores, yo no soy católica, y no estoy dispuesta a acatar las doctrinas que SU fe les impone. Nunca. Por eso mismo, considero que no tiene derecho alguno a hacer cambios en la ley del aborto de manera tan estúpida.

Muchas gracias por leerme.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

La venganza.

Las pupilas dilatadas, el miedo en tu mirada, en cada facción, en cada músculo.
Acongojado por el miedo; jamás te habías sentido. Nunca nadie te había hecho sentir así.
Es el momento. Vendetta parecía susurrarte una tenue voz a cada instante de incesante silencio.
Te arrastras a oscuras por el frío suelo, palpándolo todo. La tensión de no saber que puedes encontrar.
Escuchas un crujido a tan solo unos pasos de ti. Levantas la mirada, asustado, tu ego te impide gritar.
Sólo ves oscuridad. De repente unos llameantes ojos se encienden; no puedes evitar dar un respingo hacia atrás.
Igual que aparecieron, desaparecieron. Sea lo que sea se mueve rápido y en completo silencio, sin tropezarse a pesar de la oscuridad; un psicópata brillante.
Tu mente no puede aguantar tanta presión. Olvidas tu ego y tu fama de macho; te haces un ovillo y empiezas a gritar sin parar. Escuchas una risa como respuesta a tus alaridos, a tus lamentos. No podía ser de otra manera.
De repente, una tenue luz se enciende. Esos ojos encendidos y esa tétrica sonrisa cobran forma, se hacen reales. Compruebas atónito lo que no esperabas. Ahora, es hora de la venganza.
Te arrepientes ahora de tus actos. Ahora ya da igual que tu y tus amiguetes estuvieseis borrachos. Ahora, no eres tu precisamente el que se va a divertir.
Porque yo estoy ahí. Antes de que te levantases mi bala ya había impactado en tu mano. Mientras te la sujetabas dolorido yo ya estaba encima tuya, colocándote el cuchillo en la boca. Me quedé seria, poniendo cara de fingida compasión, y en el instante menos esperado, el cuchillo ya estaba atravesando las comisuras de los labios de lado a lado, desgarrando la piel, mientras tus gritos de dolor llenaban de ecos el ambiente.
El dolor y el miedo te paralizaban, y yo me divertía con ello. Intentaste arrastrarte con la mano que te daba hacia la puerta, pero yo seguía queriendo jugar. Te tiré al suelo y antes de que pudieras reaccionar tu brazo sano ya estaba mutilado a la altura del hombro. Esta vez los gritos fueron aún más desgarradores. Como música a mis oídos. Tenía todo un arsenal de armas que utilizar; ahora estabas en mi terreno.

Hice una pausa para llamar a emergencias. Tu ya no podías ni moverte. Yacías tirado, aunque consciente, lo sabía por tus espasmódicos movimientos. Casi me dabas hasta lástima. Después de haber mutilado todos tus  miembros y con todos me refiero a todos, te había privado completamente de tu libertad, de tu felicidad y de tu juventud. Con el ácido sulfúrico te había privado aún más si cabía de tu belleza juvenil, además de llevarme, como en las corridas de toros, las dos orejas, por mi obra maestra. Llevarme la lengua no podía faltar, esa asquerosa lengua de serpiente lo merecía, además de poder así asegurar tu silencio.
Pero yo soy buena. Te hice torniquetes y llamé a emergencias. Dejar que murieras sería demasiado estúpido; eso no sería un castigo de verdad.
Llego el momento de despedirme de ti. Nuestra velada se hizo demasiado corta, ¿verdad?
Me despedí de ti haciéndole los últimos retoques a mi obra.
Te corté los párpados; así nunca podrías dejar de admirar mi obra de arte.
Antes de irme, me acordé de que me faltaba el último detalle. "Tengo tu nariz". Y era literal.
Salí dejándote allí, desvalido, completamente mutilado. Los servicios de emergencias no tardarían de llegar.
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Diario del doctor García Gutiérrez.

Hoy ha llegado a urgencias otro chico terriblemente mutilado y torturado. Hemos conseguido salvarlo, aunque la duda que tortura mi mente ahora mismo es la de si hemos hecho lo correcto. Quién quiera que fuese se aseguró de que el muchacho saliera de esta. No sé que mente enferma a podido obrar semejante acto, ni se que razones pudieron llevarle a hacerlo, pero jamás en todos mis años trabajando me había encontrado con algo así. En el hospital y en la ciudad están conmocionados. Si sólo hubiera sido un muchacho... A cinco salvamos, a dos los perdimos. Quizás estos últimos corrieron mejor suerte que sus compañeros.

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Al cabo de un tiempo, de la dolorosa recuperación y la cuarentena que tuvieron que pasar por la gravedad de la situación, los muchachos pudieron salir de las cuatro paredes que habían constituido su vida durante tanto tiempo. Sus familiares los sacaban por los pasillos en silla de ruedas, y más tarde, por el patio también.
Después de mucho tiempo, los muchachos se encontraron. La estampa era escalofriante:
Cinco muchachos, completamente mutilados, totalmente quemados, sin orejas, ni nariz ni párpados; todos mudos, pues ninguno tenía lengua.

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¿Dónde has estado toda mi vida?
¿Dónde has estado siendo tu mi alma gemela, compartiendo tanto, cuán gemelos idénticos por dentro; misma manera de pensar, de sentir de soñar. Dónde has estado toda mi vida que he estado perdida, extasiada, buscando el por qué de mi existencia, a la que no le encontraba sentido.
Dónde has estado toda mi vida, llevando contigo todas las respuestas a mis más elementales preguntas; dónde has estado siendo tu ese soplo de oxígeno que necesitaba para seguir andando mientras sobre mis hombros recaía el peso de mis torturadores recuerdos y pensamientos.
Dónde has estado toda mi vida, mientras los gritos que profería mi mente torturada resonaban por cada recodo de mi alma, estremeciendo al pequeño y afable duendecillo que, asustado, decidió escapar.
Aquel que me abandonó cuyo nombre era Corazón y con su carencia, ahora no soy más que un frío amasijo de hueso y carne putrefacta, que sigue andando sin sentir nada, sin saber nada de amor ni de nada que se le parezca.
Y esque dónde has estado toda mi vida, que has tenido que aparecer justo a la vez que te perdía.