domingo, 16 de noviembre de 2014

Tal vez, la luz está por llegar.

Como mencioné se me dio un ultimátum. Y no me quedó más opción que quitar la sábana y descubrir lo que se escondía debajo de ella. Y he de decir que no ha sido para nada tan malo como esperaba. Aunque ha habido cosas que no desvelé (ni tengo intención de hacerlo; solo un par de personas saben acerca de esto, que desaparecerá si lo hacen a su vez los problemas que si conté) si hablé como pude de la esencia de todo esto, aunque no sé qué tal me explicaría. Pasé mucho rato llorando, con mi padre abrazándome con una ternura increíble, tratando de explicarme de la mejor manera posible. Ahí me di cuenta de que el haberme estado distanciando de mi padre un poco, por el hecho de que él no aceptaba lo que yo quería para mí, había sido un gran e iluso error; ahora veo que discutir con él, que es lo que más quiero en este mundo, no merecía la pena, y a la vista está de los hechos. Me siento estúpida por ello, y estúpida en general, por múltiples motivos, y uno de ellos es que afronté esto siempre sola, y cuándo lo compartí con alguien, fue con la persona equivocada, la única de todas las personas a mi alrededor que podría dejarme sola y hacerme caer, como así hizo. Entono el mea culpa. Porque pensé que su corazón era tan grande, por saber mis peores secretos y no abandonarme, que confié casi plenamente en él. Creía que merecía que se fuese, y que no lo hiciese, me pareció la mayor muestra de amor. Mas al final lo hizo, pero cuándo estuve en el suelo, cuándo caí con los dientes y no pude levantarme, quiénes estuvieron allí y no se fueron - ni tienen intención de irse - fueron otros; otros a los que estaba consumiendo con mi imagen cada día más descompuesta y apagada. Ellos eran quiénes de verdad podían ayudarme a salir de dónde me encontraba, y no iban a soltar la cuerda cuando estaba ya a medio camino de salir del pozo, como me sucedió. Realmente hoy puedo creer en que existe una luz y una esperanza para mí. Los pensamientos negativos aún me acometen; las voces, aún no callan; la oscuridad sigue ahí, pero ahora al menos hay algo tratando de combatirlo, y ya es un paso. Ahora sé que no estoy sola. Los mensajes de apoyos de mis amigos y familia no han parado de llegar en estos días, rogándome que me deje ayudar, que si necesito ayuda, ellos estarán allí pase lo que pase. Y eso me da fuerzas. Sigo asustada, porque no sé que va a pasar. Son tiempos convulsos. Pero al menos una parte de mí tiene ganas de afrontarlo. Al menos una parte de mí confía en volver a ver la luz al final del túnel.

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