viernes, 7 de noviembre de 2014

El infierno continúa.

Me equivoqué en mis predicciones. Aún quedaban muchas lágrimas por derramarse. Hacía tanto tiempo que no experimentaba la sensación de ser incapaz de contener las lágrimas, de sentir que estás tan roto que no encuentras otras solución plausible que caer de rodillas al suelo y llorar sin ser capaz de pararlo, que me sentí extraña, y a la vez ilusa y derrotada. Me cuesta asumir que he vuelto de nuevo a la vida real, porque nunca supe que era esta y nunca quise que lo fuese. Por las noches sueño, sueño que todo es como antes, y eso me tranquiliza. Pero cuándo me despierto, es cuándo creo estar soñando pues es una pesadilla, una pesadilla de la que no puedo escapar y en la que tengo que convivir con los recuerdos de los sueños de la noche y de las memorias de los tiempos pasados. Estoy perdida. Necesito poner en orden mi vida. Asumir que lo he perdido todo. Que he perdido el mundo en el que vivía, a la persona que amaba, pues desapareció, se esfumó como el humo; la persona de la que me despedí el jueves con toda la ilusión de verlo a la semana siguiente, no fue la persona que encontré el sábado, dándome la única noticia que nunca hubiese esperado de él, pues sí, soy consciente de que todo el mundo es así, pero si yo le elegí es porque pensaba que él... Era distinto. Tampoco es la persona que he estado viendo esta semana, que se muestra indiferente al tema, como si no hubiera pasado, anulando sus promesas, que se muestra indiferente a mi nueva y recién adquirida mirada con destellos de dolor y miseria. Asumir que he perdido la ilusión y la esperanza que había perdido hace tanto, pero que había conseguido recobrar gracias a él, que me estaba demostrando que se podía hacer posible lo imposible, que me estaba demostrando que el verdadero amor realmente existía,  que me estaba devolviendo mi autoestima, demostrándome que yo también merecía ser amada con todo el alma, el cuerpo, la cabeza y el corazón, por mucho que yo pensara lo contrario. Pero todo eso ganado lo he perdido. Y con él vinieron los efectos colaterales, los demonios que había conseguido ahuyentar, porque había alguien que merecía más atención en mi cabeza que sus voces diciéndome que no merezco la pena, que no valgo para nada, que nunca nadie podría amar a alguien como yo, que nunca conseguiría nada bueno en la vida, la tortura del espejo, por fuera y por dentro, todo aquello que estaba pudriendo mi alma, y que con esfuerzo, mucho esfuerzo, estaba consiguiendo superar. Pero todo ha vuelto. Aunque debo remarcar que esto no es, de ninguna manera culpa suya; cierto es que él me dio su palabra de que estaría ahí para mí, apoyándome y ayudándome en todo esto, pero la decisión de aferrarme a él para salir adelante, fue mía. Y fue un error. Pues una vez que pude salir del pozo en el que me encontraba, la luz que encontré fuera me deslumbró; hacía tiempo que no había sido tan feliz y dudo que en mucho tiempo pueda volver a serlo. Sentía el amor en su plenitud, dentro de cada fibra de mi alma, lo que nunca había sentido, y era todo lo que necesitaba. Ese sentimiento podía más que la lucha contra todos mis demonios y el rechazo de mis padres. Seguía asustada por esto último, pero tenía más que claro que si, aún tras todos mis intentos por convencerlos, no lo lograba, no podrían impedirme que hiciera mi vida. Quería darlo todo, y por qué no decirlo, había empezado a ilusionarme con un futuro. Llegado a este punto necesito aclarar un detalle. Cuándo estás en la oscuridad, todo duele menos; estás más anestesiado, acostumbrado, y cuándo el dolor es lo único que conoces, el impacto es menor. Pero si antes de que todo cambie, has estado fuera del pozo, has visto la luz, has sentido, has notado la vida fluir y todo lo bueno que conlleva, cuándo de una patada te devuelven al pozo en el que te encontrabas o más profundo, es muy duro de asumir. Pero no queda otra. Hay que asumir que como todo, los sueños terminan, y te dejan de frente contra la cruda realidad, cayendo de bruces al suelo y dejándote los dientes. Las heridas son profundas; no sé si podré recuperarme. Porque si la persona en la que más he confiado y más he querido desde la última vez que me hirieron de esta manera, segunda vez que he sentido lo que es, y tras la que me quedé profundamente tocada y con la confianza en mí misma y en el mundo completamente hundida, si la primera y única persona en la que conseguí confiar después de esto, me hace ver que cometí el mismo error, confiar cuando no debía, cuándo me costó años confiar realmente y pensar que lo conocía, no me da indicios de que en el mundo que me espera ahí afuera haya alguien en quién yo pueda volver a confiar algún día. Esto amenaza con romper mi buen espíritu, pues veo el mundo como una sociedad de acero, sangre y fuego dónde todo el mundo cubre un cuchillo tras su espalda, y todas mis ganas de ayudar a esa sociedad se desvanecen, pues no veo que se merezca mis esfuerzos. No lo sé. Quizás solo estoy demasiado aturdida por todo esto como para pensar con claridad; eso espero, No sé si realmente todo lo que he escrito tiene algún sentido o solo son pensamientos amontonados sin cordura; y esque esto último no estoy plenamente segura de no haberlo perdido.

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