Verdades a gritos calladas a golpes. Tupidos velos ocultando tragedias. Mentiras piadosas para un alma acongojada por el dolor de la existencia macabra en la casa de los horrores. No entra a razones aquel que no ve solo porque sus manos tapan sus ojos. No hay nada que hacer cuando el golpe de gracia ya ha sido asestado. Muerto el perro se acabó la rabia o eso dicen; a no ser que esta se haya contagiado a nuevos cuerpos. Habita el odio maldito tras generaciones, en corazones carcomidos por las circunstancias. No podemos más que ser espectadores, de como las acciones de individuos malvados aniquilan a aquellos de los que polvo ha quedado.
viernes, 26 de diciembre de 2014
sábado, 20 de diciembre de 2014
Fragmento de la novela Six II: La continuidad de las pesadillas.
Aquella tarde algo lluviosa se encontraba con John, Clarke y Louis que habían venido a casa a verla como muchos fines de semana. Subieron a
la buhardilla y conectaron a la televisión de arriba la PS4 que había traído
John para jugar al Call Of Duty Black Ops 2,
y se pasaron echando competiciones a ver quién aguantaba más niveles en
el modo zombies gran parte de la tarde. Cuándo quisieron darse cuenta, ya
estaba casi anocheciendo, y Malcolm subió a pedirles que por favor fuesen a
buscar a Artemis, que estaba pastando en uno de los prados, antes de que se
hiciera más tarde, mientras el ayudaba a los trabajadores a guardar a los otros
animales. Aquel día, a pesar de estar nublado y de que había una baja y fina
niebla envolviendo con su manto todo a su alrededor, no hacía apenas frío. Los
chicos salieron de la casa en manga corta inclusive, aunque Nina prefirió
llevar manga larga, como casi siempre, y llevaba su camisa a cuadros negros y
rojos, aunque abierta y con una camiseta de tirantes debajo. Los muchachos se
dirigieron con premura hacia donde se encontraba la yegua, y es que a todos les
encantaba verla; era una preciosidad de pelaje negro reluciente y crines largas
y onduladas, con un porte espectacular, haciendo honor a la buena fama de los
caballos frisones. No tardaron en encontrarla, pues se encontraba junto a la
valla, comiendo algo de hierba fresca. Los chicos se acercaron y en cuanto
entraron Artemis se acercó a saludar a Nina, a lo que ella respondió apoyando
su frente en la suya y acariciándola. Ellas tenían una conexión especial, desde
el primer momento en el que se vieron. Nina es la única persona que puede
montarla sin usar bocado, simplemente ella se deja guiar sin necesidad de
riendas, y es la razón por la que solo la monta Nina; Malcolm lo decidió así, y
trajo otro caballo para él, de raza Shire, Anhur, un precioso caballo que
llamaba la atención por su imponente tamaño. Artemis era de por sí un caballo
alto, de manera que a Nina se le solía hacer difícil subirse a él, por lo que
el propio caballo tenía que agacharse para que ella pudiera subir (aunque de
esto tuviese bastante culpa también la corta
estatura de Nina) pero es que en
Anhur le resultaba casi imposible montar; era el caballo más alto que jamás
había visto, pero gracias a dios con un carácter inmejorable, mejor que el de
Artemis incluso, que con las personas que no fueran de su círculo más íntimo
solía mostrarse algo recelosa. Normalmente ambos caballos pastaban juntos, pero
esta vez Malcolm se había llevado a Anhur a un paseo y ya había aprovechado
para dejarlo en su cuadra. Los chicos se habían acercado entretanto a acariciar
a Artemis también, y ésta estaba un poco incomodada por tanta atención por lo
empezó a manifestar su desagrado. Los muchachos se apartaron con cara de susto
al pensar que el caballo se iba a encabritar de un momento a otro, mientras
Nina la sujetaba y la calmaba. No tardó
mucho en volver a su estado de serenidad, aunque este tardó poco en volverse a
ir cuándo un horrible alarido rompió el silencio que envolvía la pradera. Aquel
aullido de dolor parecía venir de algún lugar de las inmediaciones, quizás del
bosque. Parecía provenir de algún animal, quizás un perro, pensaron. Nina se
quedó escuchando durante un momento, inmóvil, con la cabeza ladeada, intentando
situar más o menos de dónde provenían los gritos. El resto, pálidos y
petrificados, la miraban esperando a que dijese qué hacer. Se hicieron unos
segundos de silencio que se antojaron eternos. De repente Nina miró a Artemis y
le dio un par de golpes en la pata delantera, tras los que el caballo se agachó
para que Nina pudiese subir "Bien hecho chica" le dijo mientras le
acariciaba las crines, una vez encima de su espalda.
- Id a casa y esperadme allí.- Nina se dirigió por fin a los
muchachos.
- ¿Sola vas a ir? - Dijo John, mientras todos la miraban
atónitos.
- No sé qué es lo que pasa, sinceramente, y no voy a
arriesgarme a llevaros allí. id a casa y avisad a Malcolm de dónde estoy.
- No seas gilipollas - replicó Clarke - No sabes lo que hay,
y por eso, decides irte tu sola, ¿No? Ni de coña. Me niego. Podría pasarte
algo. Deja que al menos alguno te acompañe.
A Nina le enterneció la preocupación que se reflejaba en los
ojos de Clarke. Asintió y con un gesto llamó a Louis para que montara en el
caballo. Este se subió rápidamente, y tras esto y un par de indicaciones que
les dio Nina a Clarke Y John, se pusieron en marcha lo más rápido que pudieron
hacia dónde venían los alaridos, que se iban atenuando y extinguiendo poco a
poco. Llegaron a los lindes del bosque, y se bajaron del caballo. Parecían
andar cerca. Nina le pidió a Louis que se quedara con Artemis mientras ella se
adentraba a echar un vistazo. Caminó unos pasos hacia el interior del bosque, y
luego se detuvo. Pensó unos segundos, se sacó algo de la parte de atrás del
pantalón, una especie de bolsillo casero que ella había preparado en el
interior del pantalón, y se lo tendió a Louis, que le miraba atónito.
- ¿Qué es eso? - Le dijo sin coger el instrumento todavía.
- ¿Tú qué crees, lumbreras? No hagas un drama, es solo por
si acaso; cógela y ya está.
Louis cogió la navaja y la abrió lentamente. Nina le echó
una última mirada y levantó su pie
izquierdo, sacando del interior de su bota otra arma blanca, bastante más
formidable que la que le había dado a Louis, que observaba con los ojos muy
abiertos la escena, pues no tenía ni idea de que Nina se paseaba por la vida
con esas cosas guardadas. Ella ignoró su reacción y se introdujo sigilosa pero
velozmente en el bosque, tratando de seguir los alaridos que ya estaban cerca
de apagarse. No tardó demasiado en encontrarse con una macabra escena que
prefería no haber visto nunca. Un perro yacía agonizante en la hierba, con el
vientre abierto en canal, con una herida profunda y limpia. Los órganos del
animal se encontraban esparcidos por el suelo, y la sangre, más que abundante,
rodeaba al animal y se filtraba a la tierra lentamente. El animal era un perro
de tamaño mediano, más bien grande, un cruce, de cuerpo esbelto y pelo corto,
lo que permitía ver con aún mejor claridad la gravedad de sus heridas. Esta
escena, ambientada con la niebla, que se había ido haciendo cada vez más densa,
y el sol desapareciendo en el horizonte, erizaba la piel de Nina, que apretaba
el cuchillo con fuerza, mientras pensaba unos instantes. Miró al animal y
comprobó que seguía vivo y que inclusive, podría aguantar otra media hora con
vida, pensó. Se acercó a él y se puso de rodillas, le acarició el hocico, y
tras esto, sujeto con firmeza su cabeza y hundió en un movimiento rápido y seco
el arma en su cráneo. El animal cayó muerto al instante. Nina dejó escapar un
leve suspiro, y se levantó, mientras limpiaba de sangre sus manos y el cuchillo
con el pañuelo de tela que solía llevar en el bolsillo de atrás. Cuando se dio
la vuelta, se encontró a Louis detrás suya, apoyado en un árbol, inmóvil,
observando atónito el cadáver del animal. En shock por lo que acababa de
presenciar.
- No será porque no te dije que te quedases con el puto
caballo - le espetó Nina, señalándole con el cuchillo.
- Lo... Lo... Lo... Siento - Respondió Louis tras unos
instantes sin poder decir nada.
Nina se giró bruscamente, negando con la cabeza. Se quedó
mirando al cadáver del pobre animal, pensativa. Realmente, no entendía nada.
- ¿Qué... Qué animal crees que ha hecho esto? - dijo Louis
en tono suave, acercándose a Nina un par de pasos.
- Mira esto. Es un corte limpio. Como de un arma blanca, un
cuchillo, un machete o algo así. No ha sido algo. Ha sido alguien.
- ¿Alguien? Tienes que estar de coña.
- Si no ven aquí y dime que animal conoces que pueda hacer
esto. Acepto sugerencias.
Louis se mantuvo en silencio.
- Dame el móvil. Pon la linterna.
- ¿Qué quieres?
- Ha oscurecido demasiado. Ya no veo bien. Y necesito
fijarme mejor.
Louis le tendió el móvil a Nina, y esta comenzó a examinar
las vísceras del animal con detenimiento, moviendo incluso algunas con el
cuchillo, buscando algo, sin saber muy bien el qué. Entonces, apareció ante sus
ojos. Algo que parecía sólido, como de plástico, o algo así. No era muy grande,
cabía en la palma de su pequeña mano. Estaba cubierto de sangre, y no se
apreciaba muy bien qué era. Nina lo cogió y lo limpió, para poder verlo mejor.
Descubrió atónita que se trataba de un papel plastificado. Estaba escrito. Nina
lo leyó en silencio, y tras eso, se levantó bruscamente.
- Corre - le ordenó a Louis - Desata a Artemis cagando
hostias.
- ¿Qué pasa? - Dijo Louis, asustado.
- El que hizo esto sigue aquí. Corre.
Louis salió corriendo en cuanto pronunció las primeras palabras.
Nina le siguió detrás un poco más despacio, para no forzar demasiado su rodilla
dolorida, y por vigilar los alrededores. Cuando llegó, Louis ya estaba subido
en el caballo. En su rostro se reflejaba el pánico, y parecía que iba a romper
a llorar. Nina se subió rápidamente con ayuda de Louis y emprendieron su marcha
a galope de nuevo a la granja. Cuando llegaron, un mozo de cuadras se disponía
a irse, pero Nina se bajó corriendo y le ordenó que guardara Artemis. Louis la
siguió y entraron a casa, donde Malcolm se encontraba de pie en el salón,
preparándose para salir a buscarla.
- ¿Qué pasa, Nina?¿Qué ha pasado?
- Ha vuelto.
Y mientras decía estas palabras dejaba con brusquedad en la
mesa del comedor aquel papel plastificado
que había encontrado. Malcolm se acercó y pudo leer con desesperación el
mensaje. "Sigo aquí, y voy a cazarte".
viernes, 19 de diciembre de 2014
Metáforas de un dolor pasado.
La oscuridad lo asola todo. Me encuentro sola y encerrada en una prisión subterránea, en una gruta maldita, con mil demonios pululando a mi alrededor, martilleando mi cordura con lenguas envenenadas y sagaces tretas. No creo en la esperanza, no creo en nada, ni en un mundo ideal que me espere fuera, ni en una posible liberación de mi alma quebrantada. Me acostumbro a esta vida, a esta tortura infinita; mis alas han cogido polvo, hace demasiado tiempo que no sirven para levantar el vuelo. Lo que un dí pude llamar corazón hace tiempo que yace en mi pecho, oxidado, incapaz de seguir latiendo, de sentir algo en absoluto. Esto en realidad, es por mi bien. Evita el dolor. Anestesia mi alma.
Pero de repente, una luz me deslumbró; apareció ante mí lo más bonito que mis ojos vieron, un ser que irradiaba paz, y esperanza. Su mirada sincera y su sonrisa tímida despertaron las conexiones entre mis neuronas, pero aún así, estaba demasiado herida como para no recelar. Rechacé su compañía largo tiempo, aunque él no escatimó en esfuerzos para hacerme creer en él, en su bondad, en sus buenas intenciones. Y sentía una atracción tan fuerte, simplemente contemplando su sonrisa, embriagándome con su olor, deleitándome con sus dulces palabras, con su mirada de amor sincero, con todo en él. Poco a poco, fui arrastrándome cada vez más cerca de dónde él se encontraba, abandonando las profundidades de mi cárcel para acercarme a los barrotes que aún así me separaban de él, hasta poder tocar sus manos y deleitarme con su compañía. Sin quererlo y sin buscarlo, los demonios habían retrocedido, no se atrevían a hablar cuando él estaba. Mi corazón, como insuflado de vida, comenzó a latir de nuevo, con ritmos torpes y poco sincronizados al principio, pero al menos, era un atisbo de una vida que empezaba a resurgir.
Esto supuso la clave. Aquella prisión se erigía sobre mi dolor, sobre mi corazón anestesiado, y una vez despierto este, se levantaron los barrotes, y pude por fin levantarme, abrir mis alas de nuevo, aunque sin saber bien como usarlas. Fue entonces cuando él me tomó de las manos y guió mi primer vuelo hacia la libertad, hacia el cielo; llegué más alto que nunca, sentí con más fuerza que en toda mi vida. Me deslumbré con la luz que me esperaba fuera de aquella gruta en la que me encontraba encerrada, y me extasié contemplando la belleza que me rodeaba. Todo parecía ser un cosmos perfecto que giraba en torno de nosotros dos. Hasta que algo cambió. No pude anticiparlo ni preverlo, me pilló por sorpresa en la totalidad de su expresión. De repente el ser cálido y lleno de amor que me guiaba desapareció, y en su lugar me encontré con alguien que sujetó mis alas y las quebró en mil pedazos; alguien que antes de dejarme caer al vacío, hundió la mano en mi pecho, y arrancó lo que había sido mi corazón maltrecho. Incapaz de decir nada, de articular una sola palabra, solo pude contemplar como me empujaba hacia la nada, y en mi caída pude contemplar con dolor indescriptible como compartía, entre besos y risas, los bocados de mi órgano seccionado con otra persona, un ser que probablemente poseía más luz propia y más encanto que yo.
Caí. Destrocé mi cuerpo en la caída. Seguía viva, aunque agonizando, y me negaba a levantarme. Ni siquiera trataba de curar mis heridas, de preocuparme de si me estaba o no desangrando, de si me estaba abandonando la vida lentamente, pues poco me importaba todo eso. Lo único que pude hacer fue permanecer temblando, encogida, llorando sin control, esperando mi suerte, maldiciendo mi desventura. Permanecí allí hasta que los demonios que me asolaban llegaron de nuevo y con más fuerza que nunca. Arrastraron mi cuerpo débil y derrotado hasta la prisión que hacía tan poco había abandonado. Allí estaba, igual que siempre, pero con mis alas destrozadas y un hondo abismo en donde antes hubo un corazón. Permanecí allí, llorando en silencio, dejando que mis demonios me despedazaran y mi dolor me consumiera, y sin poder evitar mirar por un pequeño agujero en la pared de la celda, mi único contacto con el exterior, le vi, tan perfecto como siempre, aunque en sus ojos sentía que algo se había apagado. Probablemente fuera fruto de mi necesidad de pensar que algún día le importé algo. A pesar del sufrimiento que me producía, no pude dejar de observarle, cayendo en la cuenta de que a pesar de todo, podría volver a fundirme en sus brazos como la primera vez. Pero poca esperanza queda. Pocos sueños que aún no hayan sido aniquilados. La oscuridad, es lo único que todo lo llena.
Pero de repente, una luz me deslumbró; apareció ante mí lo más bonito que mis ojos vieron, un ser que irradiaba paz, y esperanza. Su mirada sincera y su sonrisa tímida despertaron las conexiones entre mis neuronas, pero aún así, estaba demasiado herida como para no recelar. Rechacé su compañía largo tiempo, aunque él no escatimó en esfuerzos para hacerme creer en él, en su bondad, en sus buenas intenciones. Y sentía una atracción tan fuerte, simplemente contemplando su sonrisa, embriagándome con su olor, deleitándome con sus dulces palabras, con su mirada de amor sincero, con todo en él. Poco a poco, fui arrastrándome cada vez más cerca de dónde él se encontraba, abandonando las profundidades de mi cárcel para acercarme a los barrotes que aún así me separaban de él, hasta poder tocar sus manos y deleitarme con su compañía. Sin quererlo y sin buscarlo, los demonios habían retrocedido, no se atrevían a hablar cuando él estaba. Mi corazón, como insuflado de vida, comenzó a latir de nuevo, con ritmos torpes y poco sincronizados al principio, pero al menos, era un atisbo de una vida que empezaba a resurgir.
Esto supuso la clave. Aquella prisión se erigía sobre mi dolor, sobre mi corazón anestesiado, y una vez despierto este, se levantaron los barrotes, y pude por fin levantarme, abrir mis alas de nuevo, aunque sin saber bien como usarlas. Fue entonces cuando él me tomó de las manos y guió mi primer vuelo hacia la libertad, hacia el cielo; llegué más alto que nunca, sentí con más fuerza que en toda mi vida. Me deslumbré con la luz que me esperaba fuera de aquella gruta en la que me encontraba encerrada, y me extasié contemplando la belleza que me rodeaba. Todo parecía ser un cosmos perfecto que giraba en torno de nosotros dos. Hasta que algo cambió. No pude anticiparlo ni preverlo, me pilló por sorpresa en la totalidad de su expresión. De repente el ser cálido y lleno de amor que me guiaba desapareció, y en su lugar me encontré con alguien que sujetó mis alas y las quebró en mil pedazos; alguien que antes de dejarme caer al vacío, hundió la mano en mi pecho, y arrancó lo que había sido mi corazón maltrecho. Incapaz de decir nada, de articular una sola palabra, solo pude contemplar como me empujaba hacia la nada, y en mi caída pude contemplar con dolor indescriptible como compartía, entre besos y risas, los bocados de mi órgano seccionado con otra persona, un ser que probablemente poseía más luz propia y más encanto que yo.
Caí. Destrocé mi cuerpo en la caída. Seguía viva, aunque agonizando, y me negaba a levantarme. Ni siquiera trataba de curar mis heridas, de preocuparme de si me estaba o no desangrando, de si me estaba abandonando la vida lentamente, pues poco me importaba todo eso. Lo único que pude hacer fue permanecer temblando, encogida, llorando sin control, esperando mi suerte, maldiciendo mi desventura. Permanecí allí hasta que los demonios que me asolaban llegaron de nuevo y con más fuerza que nunca. Arrastraron mi cuerpo débil y derrotado hasta la prisión que hacía tan poco había abandonado. Allí estaba, igual que siempre, pero con mis alas destrozadas y un hondo abismo en donde antes hubo un corazón. Permanecí allí, llorando en silencio, dejando que mis demonios me despedazaran y mi dolor me consumiera, y sin poder evitar mirar por un pequeño agujero en la pared de la celda, mi único contacto con el exterior, le vi, tan perfecto como siempre, aunque en sus ojos sentía que algo se había apagado. Probablemente fuera fruto de mi necesidad de pensar que algún día le importé algo. A pesar del sufrimiento que me producía, no pude dejar de observarle, cayendo en la cuenta de que a pesar de todo, podría volver a fundirme en sus brazos como la primera vez. Pero poca esperanza queda. Pocos sueños que aún no hayan sido aniquilados. La oscuridad, es lo único que todo lo llena.
jueves, 4 de diciembre de 2014
Soy una guerrera.
Hoy tengo ganas de luchar fuerte, de agarrar la vida con las manos; de eliminar todo lo que me hace mal, de salir adelante; de levantarme y decir sin dudas que soy fuerte y que puedo con esto, poder decir que merezco la vida, que merezco todo lo que tengo, que merezco que me quieran, que merezco lo que la gente hace por mí. Voy a resurgir. Con cicatrices, sí, que nunca cerrarán pero sólo me harán más fuerte. Quiero ser la mejor versión de mí misma. Que todo aquel que me diese la espalda, que se volatilizase cuándo más los necesitaba, se den cuenta de que pierden más ellos que yo.
Hoy cojo aire, recojo mis armas del suelo, limpio la sangre de mis heridas y aunque tambaleándome aún, me dispongo a enfrentarme a mis demonios otra vez. No vais a acabar conmigo tan fácilmente. Soy una guerrera.
Hoy cojo aire, recojo mis armas del suelo, limpio la sangre de mis heridas y aunque tambaleándome aún, me dispongo a enfrentarme a mis demonios otra vez. No vais a acabar conmigo tan fácilmente. Soy una guerrera.
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