domingo, 3 de febrero de 2013

Las apariencias engañan.

Me subestimas. No ves más allá de lo que te dejan ver tus ojos vendados. Levantas tu dedo acusador y me tachas de romper la paz, cuando lo que rompo son las cadenas de la monotonía. Me acusas de todos los males, cuando no soy yo, si no gente como tú quién los ha creado. Levantas junto a tus iguales el dedo acusador y señalas a aquel que a hecho aquello que tu ansías, y es ser libre. Y dirás que ya eres libre, pero te atan cadenas transparentes, que te han impuesto tu educación temprana e incluso tu mismo. Vives con mil ojos, con miedo al que dirán, y no haces nada que pueda darle que hablar a las "arpías" de tus vecinas. Te vistes formal. Vas a misa los domingos. No destacas. Eres tal como se quiso que fueses, una persona normal.
Y sin embargo vienes, me mirar y murmuras, confabulas, y me tachas de inmadura, de ser extraña, y piensas  que he tomado el camino equivocado.
Sin conocerme, sin siquiera haber hablado lo suficiente conmigo para saber como soy, das tu veredicto, dándome por culpable, tachándome de depravada, de rebelde sin causa, de estúpida, y sin razones. Te enorgulleces de tus hijos perfectos, perfectamente normales, sin siquiera saber qué, quizás, yo soy mejor. Todo lo que piensas sobre mí está basado en una apariencia, en una ilusión; y sin embargo me juzgas. Has dado por hecho que no valgo la pena, y que probablemente no sea una buena compañía para tus hijos. Y todo esto ha empezado simplemente por salirme de los estrictos cánones marcados por la sociedad.
Y mi pregunta es, ¿qué tiene que ver el físico con la persona? ¿Acaso ir perfecta, pulcra y recatada, como cualquier persona normal, me hará mejor? ¿O me hace peor mi vestimenta extraña, o los tatuajes o piercings que pudiera tener, o incluso si llevo el cabello teñido de varios colores?
Señoras y señores, no saben en realidad dónde viven. Los delincuentes, hoy en día van de traje. Así que dejen de preocuparse por la apariencia y empiecen a fijarse en el interior, y verán que quizás, aquellos individuos a los que tacharon de "raros" son mejores de lo que creían, y quizás, esos a los que la sociedad rechazó y marginó, serán los que tengan que ayudarte algún día.