Y dime, ¿cómo es que permite esto tu dios? Masacre de inocentes, tumba de justos; pues solo veo los cadáveres de aquellos sobre los que no pesa ningún pecado. Ni pecado original ni avaricia, ni odio, ni lujuria, ellos están libres de juicio, pero a un así, cumplen condena.
Discúlpeme su dios por mi insolencia, y aunque sé que no puedo culparlo de las fechorías que el hombre comete, entienda mi impotencia, al ver su pánico y escuchar sus gritos en mi cabeza. Sé bien que la culpa es del hombre, del que fue, del que es, del que será. De mí, de usted, y de todos. Pero que entienda Dios mi desesperación al ver que no hace nada por frenarnos. Nosotros somos sus hijos, sí. Pero ellos también. Son nuestros hermanos y los despreciamos. No es justo que nosotros destrocemos la tierra, burlemos la autoridad, nos encaremos al mundo y nos ríamos en la cara de la madre tierra y ellos paguen las consecuencias.
Sé lo ridículo que suena que pida que nos pare, como si de seres sin raciocinio ni cordura se tratase. Pero tristemente, así es; necesitamos que, tras haber perdido todos los valores y la noción del bien y del mal, se nos recuerde aquello a lo que tratamos de hacer caso omiso; aquello de lo que no podríamos huir si, como dijo Paul McCartney, las paredes de los mataderos fueran de cristal.
jueves, 12 de marzo de 2015
Hoy mi corazón late más animal que humano.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario