domingo, 11 de enero de 2015

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La recuperación es fácil cuando el camino es todo hacia adelante, con terreno llano y campos cultivados y árboles frutales a tu alrededor; cuando los ángeles te cubren con sus alas y te escoltan hacia tu destino. Pero cuándo entras en terreno baldío y te sumerges en la oscuridad de la noche, te pierdes en la negrura del vacío y sin guardianes que te protejan, es bastante más difícil. Y es un tramo inevitable, al cual debes enfrentarte varias veces a lo largo de tu historia de batallas por la superación; no hay escapatoria posible. Y esto llega, y te hace creer que todo lo que lograste se ha perdido; y te encuentras de nuevo con las voces, te encuentras de nuevo con los demonios que te consumen y te acorralan, mientras tu retrocedes hasta quedarte hecho una bola en alguna esquina, con la oscuridad llenándolo todo, sintiéndote una persona rota y frágil viviendo en un mundo de sombras. Te culpas de todo ello. No lo entiendes. Es tu mente. Es tu cerebro. Son tus emociones. Deberías poder controlarlos. Pero no es así; no puedes. Y eso te hace sentir estúpido y débil, inservible y patético. Es triste. Es difícil. Ni siquiera discernir lo que quieres o lo que estás pensando. El dolor está aquí, La tristeza. ¿Es irracional? Posiblemente. Pero no puedo hacerlo desaparecer. Está en mi ser, ha echado raíces, se ha convertido en costumbre, se ha aferrado a mi alma, apresándola y alimentándose de toda la luz que un día tuvo. ¿Cómo superar los miedos?¿Cómo superar el bloqueo?¿Cómo superar el auto-odio?¿Cómo superar el sufrimiento pasado, como volver a disfrutar del presente, cuándo el dolor fue tiempo atrás la única patria que conocí? No lo sé. Probablemente estoy en una de mis crisis. Me dan a veces. Síntomas de la "enfermedad" o como se prefiera llamarlo. Bah. No sé si soy yo o qué soy más. Me siento hundida. Confusa. Embotada. No tengo fuerzas hoy. A ver qué tal mañana. Esto es una montaña rusa y hoy estoy en la parte baja. Estoy con la espalda contra la pared y una daga apuntando a mi pecho, y aunque hoy ya no quiero morir, aunque hoy ya no ansío con la fuerza de antes que todo acabase, para rendirme y dejar de luchar, no significa que siga siendo fácil. Significa que al menos ya no estoy en el suelo de rodillas sin poder alzar la cabeza, significa que aunque con torpeza y pasos lentos, me he levantado del suelo y he vuelto a tomar la espada para poder combatir. Olvidé que era fuerte. Olvidé que podía con todo. Y aún así se me olvida a veces. Pero estoy aquí. Y al menos lo estoy intentando.

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