jueves, 12 de julio de 2012

Tengo la mente embotada. He pensado y reflexionado hasta agotarme, hasta extasiarme, hasta que las venas de mi frente se hicieran visibles y notara su palpitar, además de un incesante dolor de cabeza. Me tortura pensar en el futuro, ese futuro negro y oscuro que se acerca imparable, implacable. Ese futuro incierto que tanto me inquieta lo hace por tantos motivos que sería imposible enumerarlos todos. Y esque este mundo se cae. Y es que no necesitamos un cataclismo estilo película de Hollywood, que ya no resulta increíble viendo el trastorno que estamos causando, si no el innegable hecho de que esta sociedad, esta forma de vivir se cae por su propio peso. No tardaremos opino en autodestruirnos, consciente e inconscientemente, pues el ritmo al que cometemos errores es demasiado elevado. Me aterra tan sólo pensar en la vida en un futuro, pues desde hace un tiempo la vida para mí carece de sentido. De casa al trabajo y del trabajo a casa. Paga hipoteca, paga impuestos, paga, paga paga. Toda la vida aguantando sobre tus hombros el peso de todos los chupópteros que viven a tu costa. Y cuando por fin te libras de ellos, te das cuenta de que es demasiado tarde, has malgastado tu vida esperando a que llegara este momento y, ahora que ha llegado, ya no puedes disfrutarlo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario