lunes, 20 de febrero de 2012

Borrador.

"Aquel día de invierno tenía las manos tan congeladas que apenas podía ya sentirlas.
Era consciente de que, estando bajo cero, no podría aguantar mucho así. Con torpeza se levantó del frío suelo y comenzó a andar todo lo deprisa que sus pies de hielo le permitían, con la única intención de calentarse
Mientras caminaba, encontró un baño público. No había gente a tales horas de la noche, así que entró.
Ese baño tenía espejos, en los que inconscientemente se miró. ¿Quién era esa chica, tan demacrada que se reflejaba? Era ella. No se reconocía. El pelo mal cuidado, el cuerpo demacrado y unas profundas ojeras que hacían más que visibles sus problemas de insomnio. Tanto tiempo en las calles, viviendo por y para huir, intentando sobrevivir, estaban haciendo mella en su físico. Siempre había tenido aspecto de niña, tan pequeña,  tan menuda. Ahora resulta grotesca. No le extrañaba ahora que se  había visto, que llamara la atención de la gente que por las calles de la ciudad se  encontraba. No tenía sobre ella muchos veranos y ya tenía encima el peso de una larga y agónica vida encima. Estaba cansada. Su mente y su cuerpo estaban cansados. No sabía cuanto más aguantaría. Quién sabía, si en ese mismo día, dejaba de aguantar".

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