Tras las crecientes amapolas, regadas con las primeras lluvias de la primavera, se esconde aquel pequeño soldado de plomo, de dichas oxidadas, sólo a la intemperie, una marañe de recuerdos.
Símbolo de la inocencia, la pureza y la infancia, recuerdos pasados, perdidos, desquebrajados.
Abandonado por unos ahora adultos estresados y ocupados.
Quedó atrás la dicha de la infancia sin preocupaciones y sin miedos, sin tener que reflexionar lo que el futuro deparará esta vez.
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